¿Qué significa y qué lugar ocupa la persona de Jesucristo en la vida consagrada?
Responden los monjes jerónimos del Parral
El interrogante que se nos plantea, necesariamente, nos retrotrae a aquel lugar de la geografía bíblica -Cesarea de Filipo- precioso paraje al pie del monte Hermón con abundantes fuentes donde acuden los ciervos de los altos del Golán a saciar su sed. Se ha identificado este paisaje como el inspirador del salmo 42 donde se describe la sed que de Dios tiene el alma como la del ciervo que brama por las corrientes de agua viva. Allí Jesús lanzó por primera vez a sus discípulos esta misma pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Y más en concreto: ¿Para vosotros, quién soy yo?
Desde entonces la cuestión es eje transversal en la vida del cristiano. A todo bautizado se le exige una respuesta personal. Su contestación no puede quedar en la teoría, ha de ser un testimonio vivo que motive todo su vivir y actuar.
Si esto ha de ser así para todo seguidor del Nazareno, con más razón, para un consagrado, es decir, para quien hace de Jesucristo el único motivo de su vivir.
La pregunta no fue, no es baladí. Sigue siendo actual de generación en generación: y la respuesta no puede ser otra que la que Pedro dio en Mt 16,13-19: TÚ ERES EL MESÍAS. Cada día, descubrir QUIÉN ES EL MESÍAS, se nos plantea de forma nueva, y la vida consagrada, cada consagrado, ha de dar la respuesta que estimule su seguimiento. Ahí está como una alerta diciéndonos: No olvides quién da sentido a tus horas y a tus días, quién cuida de ti cada día, quién permanece invisiblemente a tu lado pero presente, muy presente. Jesús, el Hijo de Dios, al que nunca conoceremos hasta que nos encontremos cara a cara con Él, pero por el que clamamos y suspiramos como la cierva suspira por las corrientes de agua.
(Fuente: RUBIO CASTRO, Ángel, Voces desde el interior: comunidades claustrales en Segovia, Segovia, 2011).
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