domingo, 4 de diciembre de 2011

Silencio... se rueda

No salga de vuestra boca palabra áspera, sino palabras buenas y oportunas para edificación, a fin de ser gratos a los oyentes. Guardaos de entristecer al Espíritu Santo de Dios, en el cual habéis sido sellados para el día de la rebelación. Alejad de vosotros toda amargura, arrebato, cólera, indignación, blasfemia y toda malignidad. Sed más bien unos para otros bondadosos, compasivos, y perdonaos los unos a los otros, como Dios os ha perdonado en Cristo (Ef 4,29-32).


Haced la prueba: si uno introduce "silencio" o "silence" en un buscador de imágenes (de Google, Bing...), el 75% de las imágenes son góticas o simplemente deprimentes. ¿Por qué?

 Haced la prueba: si uno se fija en la gente con la que se cruza todas las mañanas al ir a la facultad, el 75% lleva auriculares puestos (del MP3, móvil...). ¿Por qué?

 Haced la prueba: si uno no habla durante el desayuno, aunque lleve toda la mañana en oración, el 75% de sus compañeros pensará que le pasa algo, está enfermo, dormido o enfadado. ¿Por qué?

En un buen monasterio apenas hace falta hablar, ni escuchas música mientras vas de un sitio para otro o mientras trabajas, ni tienes pánico a estar solo o en silencio o te deprimes más y más hasta vestir de negro y pintarte lágrimas negras con lápiz de ojos barato.

¿Por qué?

Porque quizá el silencio en un buen monasterio sea lo que más favorezca la comunión. No significa represión o incomunicación. Cuando uno tiene una indicación o pregunta "técnica" durante el trabajo puede hacerla perfectamente. Cuando quieres comentar algo sencillo a un hermano, simplemente lo apartas para no molestar a los demás y se lo dices ("no metas ruido, hermano, que estoy hablando con Dios", escribía el Hno. Rafael). Si lo que buscas es mantener una conversación más profunda o hacer una corrección fraterna o algo en este sentido, primero uno "pide permiso" al abad, pues él es quien conoce de esta forma a todos los hermanos y sabe si conviene o no acorde a la situación personal de cada uno.

¿Por qué?

Porque moviéndose en el silencio se cortan de un plumazo cotilleos, críticas, ironías inútiles, bromitas, conversaciones superficiales... Todo se reduce a lo esencial, a lo que verdaderamente sirve para edificación del otro. ¡Ah! ¡Es que es pensar en el otro!. Además, el silencio es estar espectante ante la posibilidad de que Dios te hable, y para ello (gracias al silencio) uno recuerda, medita, rumia, lo que ha leído, lo que ha cantado y escuchado en el coro... ¡Ah! ¡Es que es pensar en el Otro!

¡Cómo cambia la perspectiva, verdad! Haced la prueba...

FJ

PD. ¡Cuánto lo hecho de menos!