domingo, 29 de abril de 2012

Iesu Communio

"Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor" (Flp 3,1).

En el pasado Encuentro de Seminaristas de la Región del Duero (20-22 de Abril) tuvimos la ocasión de visitar el sábado 21 la comunidad de Iesu Communio de La Aguilera. Por muchas cosas que hayas oído hablar de ellas, no tiene comparación con verlas tú mismo.
Tras la bienvenida con una canción que ya te deja descolocado, la Madre Verónica nos dio su testimonio, luego algunas hermanas, y para terminar algunos de nosotros, seminaristas o formadores. Todo ello con limonada y pastas de por medio (¡no podía ser menos!).
Lo que primero llama la atención a todo el mundo es la alegría que despiden. No una alegría ñoña, sino verdadera, honda, de esa que se nota que invade el alma. Todas, desde la más joven a la más mayor, sean más expresivas o no, irradian una sonrisa desde el corazón.

"Conversad directamente con los de fuera, aprovechando las ocasiones. Sea vuestro discurso agradable, salpicado de sal, de manera que sepáis cómo os convenga responder en cada uno" (Col 4,5-6).

Los testimonios que las hermanas nos ofrecen son de lo más variopintos. Una abogada, otra farmacéutica, otra desde pequeña quiso ser monja y en cuanto pudo entró en el convento de Lerma... En una influyó poderosamente el testimonio de vida de su hermano seminarista, otra notaba que Jesucristo le pedía más y más cuanto más se acercaba a Él, a otra le ardía el corazón cuando escuchaba los CDs de las (todavía) "clarisas de Lerma"...
Las 2 horas que allí estuvimos se pasaron en un santiamén, entre risas, cantos y emociones. Y en todo se palpaba un amor enorme a Cristo y a la Iglesia.


"Aplicaos a la oración, velad en ella con hacimiento de gracias, orando a una también por nosotros, para que Dios nos abra puerta para la palabra, para anunciar el misterio de Cristo, por amor del cual estoy preso, a fin de que lo pregone según conviene que yo hable" (Col 4,2-3).

Para un seminarista o sacerdote ir a un convento de monjas es como un niño cuando va a casa de sus abuelos: todo es cariño y mimos. El amor por los sacerdotes que desprendían ellas en el locutorio lo llenaba entero y desbordaba. Los testimonios de seminaristas y curas llegando al final y los aplausos espontáneos de ellas con cada uno lo demuestran vivamente.
Y es que no hay que olvidar una cosa determinante: ellas están allí, en clausura, para orar por toda la Iglesia, para dar gracias a Dios, para estar continuamente con el Esposo, para que los demás demos más frutos... Y esto mucho más para con los pobres curas de pueblo, para que no decaigamos en nuestra misión de transparentar y anunciar a Jesucristo.

Todo ello bien lo recordaba la Madre Verónica en su testimonio. Precisamente ella fue quien me impactó mucho más que todo lo que ya he contado. Además de hablar con hondura y amor, noté que estaba sobrecogida. Ella misma nos dijo que no veía venir nada de todo esto, y que la supera. No sólo lo dice en verdad, sino que así se siente: pequeña, frágil, sin saber qué hacer o hasta dónde llegará todo... Pero confiada en los brazos del Señor.
Finalmente decir que incluso salí del locutorio triste por comparar La Aguilera con mis clarisas de Cuéllar. "¿Qué pasaría si dentro de unos años éstas estuvieran como las de Cuéllar? También querrían que unas jóvenes de otro convento viniesen a echarles una mano...". Pero con los días, meditándolo y pasándolo por el Sagrario, caí en la cuenta de algo: Iesu Communio es algo diferente, otro carisma monástico movido por el Espíritu: vivir la comunión eclesial en toda su intensidad (y recordárnosla a todos nosotros).

Como digo, lo que más me impactó fue sin duda la persona de la famosa Sor Verónica...

FJ

jueves, 19 de abril de 2012

miércoles, 4 de abril de 2012

Ser un hombre enamorado

Circuncidado al octavo día, de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos, y según la Ley, fariseo, y por el celo de ella perseguidor de la Iglesia; según la justicia de la Ley irreprensible. Pero cuanto tuve por ventaja lo reputo daño  por amor de Cristo, y aún todo lo tengo por daño, a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por estiércol, con tal de gozar a Cristo. (Flp 3,5-8)

No me resistía a poner este texto de S. Pablo. Esta profundamente enamorado de Jesucristo, ¿eh?

Hace tiempo leí en un clásico de espiritualidad sacerdotal: el sacerdote (diocesano se entiende) se santifica por el ejercicio de su ministerio. No seré yo quien lleve la contraria a los clásicos. Pero yo, sinceramente, si no estoy enamorado... Y si cada día que pasa no me enamoro más...

El amor, la pasión de Pablo por su Señor es lo que le mueve a anunciar el Evangelio a tiempo y a destiempo, es decir, a realizar el ejercicio de su ministerio.

No sé si ya lo he puesto antes, pero hay un texto del Padre Arrupe que me parece importante recordar:

"No hay nada más práctico
que encontrar a Dios.
Es decir,
enamorarse rotundamente
y sin ver atrás.
Aquello de lo que te enamores
lo que arrebate tu imaginación,
afectará todo.
Determinará lo que te haga
levantar por la mañana,
lo que harás con tus atardeceres,
cómo pases tus fines de semana,
lo que leas, a quién conozcas,
lo que te rompa el corazón,
y lo que te llene de asombro
con alegría y agradecimiento.
Enamórate,
permanece enamorado,
y eso lo decidirá todo".

Ea, pues eso, menos actividades y más oración, que aunque el Padre Arrupe no es diocesano, tiene mucho que enseñarnos: si no nos cargamos de amor (de la Fuente) no podremos ir a todas esas actividades enamorados (y se nos nota...).

FJ