miércoles, 27 de noviembre de 2013

Jerónimos (3): Mensaje para la sociedad y el mundo de hoy

¿Qué mensaje queremos transmitir a la sociedad y al mundo de hoy?

Responden los monjes jerónimos del Parral


Lo esencial para un cristiano es: "Anunciar el Evangelio a toda criatura"; ésta es la consigna que dio el Maestro a los primeros apóstoles. No puede la vida contemplativa apartarse de esta realidad. Por muy encerrados que estemos, por mucho que nuestras Constituciones nos inculquen la ausencia de actividad pastoral en nuestra vida para que destaque con exclusividad la fuerza y acción del Señor, ay de nosotros si no evangelizamos, podríamos decir con el apóstol Pablo.

Sí, la vida monástica, como la Iglesia no tiene, no puede tener otra meta, otro objetivo. No nos encerramos para nuestra propia santificación, nuestra misión es evangelizar, anunciar el Reino de Dios, mas eso sí, desde nuestro puesto, es decir ocupando en el Cuerpo Místico el lugar que nos corresponde, el corazón, decía Teresa de Lisieux, patrona de las misiones, desde la soledad y el silencio del claustro.

En estos momentos de la historia, ante esta Iglesia y sociedad concreta, la silueta del contemplativo brilla con luz propia y es más necesaria y urgente que nunca. La interioridad y la oración, la vida fraterna, el silencio, el contacto asiduo con la Palabra de Dios, la liturgia vivida y el servicio a los hermanos es una inmersión en la vida de Dios que nuestro mundo necesita para seguir respirando. Esto es lo que queremos transmitir.


Los monasterios han de ser centro y refugio de espiritualidad, de contacto con Dios, de superación de las inquietudes del mundo para todos los que cansados por la lucha diaria se sienten necesitados, de vez en cuando, de un clima sobrenatural que les devuelva la paz y la firmeza de la fe.

(Fuente: RUBIO CASTRO, Ángel, Voces desde el interior: comunidades claustrales en Segovia, Segovia, 2011).

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Jerónimos (2): Sentido de la vida contemplativa

¿Qué sentido tiene la vida contemplativa en nuestras comunidades religiosas?

Responden los monjes jerónimos del Parral


Siempre que me preguntan por el sentido de la vida contemplativa, y no son pocas veces, me vienen a la mente las respuestas que dieron a dicha cuestión dos hombres de la Iglesia. Sus palabras, creo, resopnden sobradamente al tema.

Cardenal Basil Hume
El cardenal Basil Hume, monje benedictino y Primado de la Iglesia de la Iglesia católica en Inglaterra, escribía: "Los monjes no nos consideramos poseedores de una misión o función especial en el seno de la Iglesia. No creemos que estemos destinados a cambiar el curso de la historia. Estamos aquí, eso es todo, y casi accidentalmente, desde un punto de vista humano. Y afortunadamente seguimos estando aquí, eso es todo".

P. Timothy Radcliffe o.p.
El P. Timothy Radcliffe, o.p., Maestro General de la Orden Dominicana, comentaba así estas palabras: "Los monjes están aquí, eso es todo. Y su vida no tiene, pues, más sentido que el de anunciar el cumplimiento del tiempo, el encuentro con Dios. Son como las personas que esperan en la parada del autobús. El mero hecho de que estén allí indica que el autobús llega con toda seguridad".

No se trata de un sentido provisional o parcial. No tienen hijos ni carrera profesional, ni obras, ni promociones, ni utilidad. Precisamente en su misma ausencia de sentido, su vida revela una plenitud de significado que escapa a toda definición, de la misma forma que la tumba vacía anuncia la Resurrección, o el resplandor en la órbita de una estrella indica el planeta invisible.

Hablar pues del sentido -sin sentido- de la vida monástica, en una sociedad plenamente utilitarista y funcional como la nuestra, es estar destinados a no ser entendidos y apreciados.

A pesar de esto, estar convencidos de que ahora más que nunca, Dios necesita la presencia de hombres y mujeres que hagan de la oración, el silencio y la soledad el motivo de sus vidas, es un hecho que no puede dejar indiferente a una conciencia reflexiva.

Por eso Karl Rahner apuntó una exigente frase que alerta al contemplativo: "Tu experiencia, monje, si es auténtica, es terrible, porque me dices a mí y al mundo que tu perla es auténtica, ya que por ella lo has dejado todo y le has dedicado toda tu intimidad".

(Fuente: RUBIO CASTRO, Ángel, Voces desde el interior: comunidades claustrales en Segovia, Segovia, 2011).

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Jerónimos (1): Jesucristo en la vida consagrada

¿Qué significa y qué lugar ocupa la persona de Jesucristo en la vida consagrada?

Responden los monjes jerónimos del Parral


El interrogante que se nos plantea, necesariamente, nos retrotrae a aquel lugar de la geografía bíblica -Cesarea de Filipo- precioso paraje al pie del monte Hermón con abundantes fuentes donde acuden los ciervos de los altos del Golán a saciar su sed. Se ha identificado este paisaje como el inspirador del salmo 42 donde se describe la sed que de Dios tiene el alma como la del ciervo que brama por las corrientes de agua viva. Allí Jesús lanzó por primera vez a sus discípulos esta misma pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Y más en concreto: ¿Para vosotros, quién soy yo?

Desde entonces la cuestión es eje transversal en la vida del cristiano. A todo bautizado se le exige una respuesta personal. Su contestación no puede quedar en la teoría, ha de ser un testimonio vivo que motive todo su vivir y actuar.

Si esto ha de ser así para todo seguidor del Nazareno, con más razón, para un consagrado, es decir, para quien hace de Jesucristo el único motivo de su vivir.

La pregunta no fue, no es baladí. Sigue siendo actual de generación en generación: y la respuesta no puede ser otra que la que Pedro dio en Mt 16,13-19: TÚ ERES EL MESÍAS. Cada día, descubrir QUIÉN ES EL MESÍAS, se nos plantea de forma nueva, y la vida consagrada, cada consagrado, ha de dar la respuesta que estimule su seguimiento. Ahí está como una alerta diciéndonos: No olvides quién da sentido a tus horas y a tus días, quién cuida de ti cada día, quién permanece invisiblemente a tu lado pero presente, muy presente. Jesús, el Hijo de Dios, al que nunca conoceremos hasta que nos encontremos cara a cara con Él, pero por el que clamamos y suspiramos como la cierva suspira por las corrientes de agua.

(Fuente: RUBIO CASTRO, Ángel, Voces desde el interior: comunidades claustrales en Segovia, Segovia, 2011).