domingo, 12 de febrero de 2012

Una pinta de Humildad, por favor

Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, quien existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Flp 2,5-8)

San Benito en su Regla tiene mucho escrito sobre la humildad. Incluso establece unos grados, para que uno vaya ejercitándose poco a poco en ella. Lo bueno del monasterio es que "el tiempo se dilata" (como escribíamos en otro artículo), y uno, mano a mano con Jesucristo, y con una pocas ganas de avanzar cada día, va dando pasitos. En el mundo (como diría S. Benito) no sucede así: o aprendes rápito o te lo harán aprender. Lo malo de la situación es que suele ser más bien lo segundo.

En realidad estamos confundidos. La humildad no se aprende en sí misma. Uno no puede trabajar por ser humilde. No hay ningún gimnasio con una máquina para ejercitar ese músculo. Te puedes fijar en "no reputó codiciar..." y decirte "no voy a codiciar nada"; al día siguiente ya hay una maquinita en el mercado que está en oferta y te vendría genial para... evangelizar, por supuesto. O bien puedes tomar "la forma de siervo", empeñarte en ello; y a la noche, en el examen de conciencia, sentirte orgulloso de ello mismo. "Hacerte semejante a los hombres": ¡eso sí es encarnar el Evangelio! Por ahí van mejor los tiros... Y al final el que te encarnas eres tú, y se te han pegado todas las cosas malas en el proceso. Entonces vamos a probar la obediencia, que eso sí es negarse a sí mismo. Y llega un punto en que te das cuenta que hasta has apartado lo mejor que había en ti y, por tanto, las gracias y dones que el Espíritu te había ido regalando, hasta el punto de (casi) no reconocerte.

¡Ay, amigo! Es que se te olvida una cosa: "tened los mismos sentimiento que tuvo Cristo Jesús". ¡Ése es el verdadero objetivo! Ser como Jesucristo, hasta en el sentir, el mirar, el hablar... Cristo es el centro, y queremos llevarlo dentro.

¿Y cómo se trabaja eso? No se trabaja: se pide. Y llegará un punto en que uno cae en la cuenta de que ya no le importa crecer en la humildad, porque ya es humilde.

FJ

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