Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre";
de modo que, al nombre de Jesús, toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
"Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre".
(Flp 2,5-11)
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