Hoy, Miércoles de Ceniza, comenzamos la Cuaresma. Toda la Iglesia comienza la Cuaresma. Lo que puede resultar extraño es que en un sitio donde ya se vive austeramente pueda renunciarse a algo todavía más (como suele hacer todo cristiano en este tiempo). De hecho, la Regla de San Benito habla de que "la vida del monje debería ser en todo tiempo una observancia cuaresmal" (RB 49,1). ¿Puede alguien que ya camina en el desierto adentrarse más en él?
Éste es precisamente el objetivo: adentrarse, profundizar. El planteamiento ante la Cuaresma en el monasterio es doble: revisarse a ver en qué se ha bajado la guardia y debo recuperar (por Ej. alegría cotidiana), y preguntarme si todavía puedo desprenderme-convertirme de algo más (por Ej. levantarme con ganas por las mañanas -disparado a la iglesia-).
Para ello se ordena lo exterior y no al revés. Aunque un verdadero monje lleva una vida muy sencilla, en Cuaresma se procura que sea un poco más desierto en el sentido bíblico: lugar de encuentro con la realidad de uno mismo, de encuentro con Dios, de tentación, de supervivencia con lo necesario, de búsqueda de lo estrictamente necesario...
Así, esta Cuaresma será para mí la más intensa de todas. A nivel externo encontraré ayunos en las comidas, mayor aislamiento del mundo-mundial, un poco más de silencio, primeros enfrentamientos con la cítara en el coro, quizá algo menos de sueño... Pero todo ello ordenado hacia lo de dentro (lo esencial que es invisible a los ojos): el encuentro con Dios y la limpieza de corazón que esto supone.
Que nadie se enfade porque tarde en contestar un mail o porque no le ponga un SMS por su cumpleaños (eso sí: no dejo de rezar por vosotros). Lo más probable es que Internet y el móvil vayan cogiendo telarañas mientras yo voy sacando brillo a mi asiento en el coro.
¡Desconecta!
FJ
No hay comentarios:
Publicar un comentario