domingo, 13 de febrero de 2011

Te basta mi gracia, Pablo

Espero y aguardo no arredrarme por nada; antes bien, con mi valentía, ahora como siempre, Cristo será engrandecido con mi vida corporal o con mi muerte. Pues mi vida es Cristo y morir es ganancia (1,20-21).
Leyendo los artículos anteriores de un tirón uno podría pensar que es una visión muy idealizada de las cosas. En realidad es lo que tiene ser novato en cualquier sitio, que cuando te fijas en este o aquel aspecto parece que sólo ves el mundo de posibilidades a las que te lanza.

A estas alturas del partido, y como decíamos anteriormente que el combate comenzaba de verdad, la perspectiva puede distorsionarse con facilidad (es lo que tiene el enemigo, que distorsiona la realidad y la verdad, pues es "mentiroso desde el principio"). En nuestro camino por el desierto ahora entramos en arenas movedizas: las debilidades.

Experimentar con intensidad las debilidades propias duele. Pero ello nos lleva a recordar que tenemos que pedir la ayuda del Espíritu Santo con más frecuencia, para que nos sostenga y transforme. Pero la cosa se complica cuando lo que se experimenta con intensidad son las debilidades de los demás. El fervor de un chaval no es el mismo que el de su abuelo, que ha vivido mucho más. Pues en una comunidad como la nuestra flojeamos en nuestras cosillas: el fervor, el canto, la compenetración... Visto desde fuera son debilidades, que no son sólo la suma de las de cada uno.

Hubo una vez Alguien que dijo: "te basta mi gracia, Pablo", y éste respondió: "porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" porque tras mi debilidad podrá verse mucho mejor la fuerza de Cristo.

Con nuestros defectos y limitaciones, ¿hemos de entristecernos? ¡Para nada! No hay que olvidar Quién nos ha convocado a todos, pues Él nos sostiene y Él es nuestra VIDA. Por eso: sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.

FJ

PD. Dedicado a otro Pablo: Montalvo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario